*Desvío*
Si pensamos el
concepto de “accidente” tal como es planteado por Paul Virilio --es decir, como
reverso negativo del Acontecimiento original--, podría fundarse una escuela
teatral (pues ¿qué es la sociedad del Espectáculo y la Información sino el puro
"teatro de los accidentes"?). Así, se podría hacer una
escenificación, a modo de cartoon escatológico, de las pequeñas tragedias del pensamiento
(o de los pensadores) en su contacto con el accidente. Podría comenzarse por
Burroughs matando de un disparo a su mujer, Joan, mientras jugaban a Guillermo
Tell. Proseguiríamos con Barthes, atropellado por una furgoneta cuando cruzaba
la calle; Camus estrellándose; Althusser cometiendo otro crimen insensato en un
ataque de locura, estrangulando a su esposa Hélène; Debord volándose los sesos,
Deleuze saltando por la ventana… Un muestrario de sketches tragicómicos que
banalizan y descontextualizan, sin duda, la verdadera tragedia de fondo
"personal" que constituye la derrota del pensamiento.
El accidente "hecho carne", hecho masa morbosa y
polimórfica, indiscernible ya de sus anclajes trascendentes; el Acontecimiento
hecho accidente, el acmé de la ontología clásica por supuesto
diseminado en la corriente tumultuosa de las imágenes-movimiento, de las
imágenes-mercancía y la doxa pecuniaria del saber...
En este Gran Teatro de los accidentes no descubrimos nada nuevo;
ya lo vimos en El show de
Truman, en El tiempo fuera
de quicio de Philip K. Dick,
o en aquella película de Harun Farocki, Leben,
donde los ciudadanos de la RDA eran obligados a "representar" sus
vidas cotidianas bajo la batuta de siniestros directores de escena. Ahora bien,
sí es posible identificar en este nuevo teatro de los accidentes una cualidad
cada vez más servil y complaciente, la cualidad de asumir los roles
post-escénicos sin ningún apremio de los "directores de escena" (o
mejor dicho, ante la falta total de directores de escena). Como ha dicho Žižek,
hay un Acontecimiento que espera siempre ser revelado; y la espera (la
contemplación obsesiva en el Espectáculo y la imaginería, en el éxtasis) constituye la
clausura de su propia escena.