domingo, 31 de enero de 2016

Dasein trágico: ser tecnofílico


*Fragmento*

*         La transformación vertiginosa del mundo, como es lógico, lleva aparejada la transformación de los seres en el mundo. Y el ser espectralizado no es tanto el resultado de una transformación de la esencia, sino de la estructura ergonómica de los entes. La “estructura unitaria” del ser-ahí palidece ante las fecundas y novedosas estructuras ergonómicas destinadas a jerarquizar la existencia a la pura espectralidad: la Smart City, la noosfera, la tecnocracia, la noocracia... son factores sociales de esta nueva situación, pero que se remontan al origen de la civilización técnica. Pues no hay tanto un Dasein natural, sino un ser tecnofílico que siempre ha estado separado del mundo, que simplemente nunca ha estado ahí.

Fragmento de Anti-Éxtasis; III, "Azar radical (o el supremo anti-éxtasis)"

sábado, 30 de enero de 2016

"¿Es ideal la realidad virtual? Hegel y los espectros" (Fragmento de Félix Duque)


«Érase una vez una época tan pagada de sí misma que, al menos según los más preclaros de sus hijos y en virtud de los ingenios que sus mentes concibieran, creía estar a punto de llegar a la reconciliación plena entre razón y sensibilidad, Estado y nación, tiempo histórico y ecumene geográfica, y en fin: entre libertad y naturaleza, por medio de la técnica y de su florón más interesante, por desinteresado: las bellas artes. Evidentemente, éste es el cuento que las personas ilustradas no se cansan de contarse unos a otros desde hace más de doscientos años (y que algunos, recalcitrantes, gustan todavía de repetir hoy, como si de un conjuro se tratase). Tal el ideal cosmopolita de la Ilustración, bajo cuya bella pantalla anunciadora de las nupcias entre términos antitéticos se escondía el perentorio deseo de sujeción plena del segundo término por el primero, o sea: de la idealidad de lo pensado y, de suyo, inteligible sobre la realidad de lo dado y, por ende, refractario a una mente que no admite más actividad que la suya ni más obediencia que la debida a una ley que ella misma se ha impuesto.

»Todo ello ha sido propagado urbi et orbi como el poder emancipatorio del hombre por parte del hombre mismo, desde el momento en que a cada uomo qualsiasi se le exigía que él debería identificarse con el ego trascendental, en cuanto unidad lógica de medida, el cual debería a su vez coincidir en el acto con el ego noumenon, en cuanto ser libre y autónomo. Es verdad que, en sus hijos más avisados: Schelling y Hegel, encontramos ya síntomas de que todo eso bien podría ser el velo que, más que ocultar lo terrible, lo dejaba traslucir al plegarse a ello; y es que, a decir verdad, no hay cuento que no revele a la contra un trasfondo sangriento.

[…]

»En Hegel, […] el tiempo (que no es sino la existencia o Dasein del concepto, su propio estar-fuera-de-sí) ha quedado cancelado (tilgt) en la Lógica (¡y sólo en ella!). Lógicamente (o hablando coloquialmente: en la mente del Dios, antes de la creación del mundo y del espíritu finito), todo está juzgado, todo ha pasado ya. La Lógica expone el entero pasado del mundo. En ella, el tiempo disipador, extático, se ha tornado, ha reflexionado hasta ser devenir hacia Sí (Werden zu sich). Pero, justamente por ello –paradoja de las paradojas- es preciso que todo cambie, se mude y se metamorfosee para apreciar esa perenne conexión-de-significatividad: porque ella, das Logische, no es sino la bien medida y pautada ley, el ensamblaje del nacimiento, del cambio y de la muerte.

»[…] Es el proceso de las cosas fácticas lo que constituye el tiempo: el estar siempre fuera de sí, siempre referido a otro. En una palabra, ninguna realidad inmediata es autorreferente, sino que tiene su ser en una determinación. No es, pues, presente a sí. Y por eso salta, presurosa, fuera de sí misma y se imagina una autorreferencia absoluta, eterna: das Jetzt ohne Vor und Nach (“el Ahora, sin Antes ni Después”: Enz. § 247, Z.).

»Según la creencia y, sobre todo, la querencia de Hegel, el mundo sería entonces algo así como una pantalla sin trasfondo ni afuera, porque, permaneciendo matemáticamente ensimismado, el Concepto brilla en el fulgor y también en la palidez y hasta difuminado de las figuras que en aquella pantalla se traban y armonizan en una especie de brillante Danza de la Muerte.

»Por eso, al cabo de la calle lógica (anunciada lapidariamente al final de la Fenomenología del espíritu), todo está ya manifiesto; todo, revelado: Offenbarung der Tiefe (Phä. 9: 433). Consummatum est. No hay aquí esperanza, ni desesperación, que también los ojos que miran a la pantalla están inscritos en la Ley. Cosa en sí y Sujeto no son sino el reverso y el anverso de la única interfaz. Para Hegel, al igual que nos advirtiera ya el Estagirita, los hombres corrientes (no el Filósofo) no percibimos al pronto lo que es katà phýsin y tomamos en cambio por “real” lo dado, es decir aquello que nos está más cercano: creemos que lo efectivamente real está constituido por las figuras que brillan en la pantalla, sin preguntarnos para quién brillan y por qué lo hacen: nos fijamos en lo presente y pasamos por alto el hacer acto de presencia.

[...]

»Para nosotros, los hombres corrientes, lo que nos dice Hegel supone algo así como un mundo al revés. Pues lo que los entes, lo que los fenómenos o apariciones (en el fondo, “fantasmas” de una realidad muerta) ofrecen con su belleza inerme y carente de fuerza es justamente aquello que suscita en el alma (igualmente, bella) deleite y placer; ese brillo superficial di – vierte la mente y enerva el ánimo, seduciendo la vista e impidiendo la mirada estriada, porque esa romántica alma es incapaz de soportar su íntima negatividad y por nada del mundo quiere saberse como aquello que, en el fondo, ella es: una conciencia rota, caduca y finita. Por eso, intenta guardar y resguardar su inmediata realidad fáctica en una Real Inmediatez omnipresente y, por ende, siempre presente también a sí misma: la Verdad como Autotransparencia absoluta. Sólo que, allí donde todo es transparente, nada se ve.»

Félix Duque; en "¿Es ideal la realidad virtual? Hegel y los espectros"

viernes, 29 de enero de 2016

La realidad de lo virtual y el anti-éxtasis


*Desvío*

Pero no es que la realidad de lo virtual nos reafirme en nuestra posición de extasiados, como un espejo hecho pedazos entre cuyos vestigios diseminados encontramos (finalmente) la esencia; como un mecanismo de confirmación por el que hallarían todo su sentido las fantasías del voyeur, y por el que asimismo encontraríamos una finalidad a nuestra deriva existencial... Más bien esa misma deriva existencial es la que se hace patente en la realidad de lo virtual: ella sirve antes para ponernos frente a la nada de lo Real, frente a nuestra infinita indigencia y nuestra falta de fundamento, que para traernos la buena nueva de una humanidad autónoma, al fin trascendida de sus límites y padecimientos. La realidad de lo virtual desvela, precisamente, que no había nada --ni antes ni ahora-- detrás del espectro y la cosa. 

Las pantallas de plasma y contenidos icónicos-virtuales llegan justo a tiempo, como imagos de aprehensión abstracta del mundo, para retornarnos a la ilusión de mirada de la escena ontológica, pero no hay sino el procedimiento irracional por el que dicha mediación dialéctica (tal cosa es la “mirada” en un sentido anterior a la mirada-producto) es transferida al solipsismo hiperreal del espectro-analítico. 

miércoles, 27 de enero de 2016

El éxtasis de la mirada-producto (cont.)


*Desvío*

En Youtube, blogs y portales porno, se contabiliza el número de visitas por la cantidad de views (“vistas”). La televisión todavía se fundaba en el “índice de audiencia”, aunque no por ello la mirada desempeñase un papel menos importante, atenuado, eso sí, por la interacción propia de la economía-familiar de la TV. Con la explosión de internet el fenómeno de las "views" ha ocupado por completo el espacio particular, desarrollándose al máximo la economía-del-individuo. Surge entonces en esta mirada-view un coeficiente contabilizador o numérico, sustrato de su propia acción autorrecursiva cosificada, como "mirada-producto". "Toda producción deseante ya es de un modo inmediato consumo y consumación", leíamos en El Anti Edipo (y debe entenderse la mirada como esta producción deseante, que es producida por la propia producción de producción). Hay “mirada-producto” en Instagram, en Linkedin, en Facebook, donde la acción aparente es la relacionabilidad, pero donde la acción inherente es la búsqueda de la sola mirada como producción de mirada. El share y el tag no buscan otra cosa que una concitación de la mirada, la mayor proporción de “visibilidad” entre contactos, amigos, desconocidos, etc; la viralización, difusión y esponsorización de post’s, estados y entradas sólo busca un número mayor (una producción mayor) de miradas. Así, lo que se busca allí no es tanto un sujeto, sino un sujeto-mirada, un "todo-ojo", observador panóptico desubstanciado de sus cualidades negativas: el sujeto-mirada es allí una mera cifra, un índice de visitas. No es tanto una “cosificación” del individuo sino una “espectralización”, en donde el sujeto encuentra su transfusión neta a la identificación con lo virtual, su ser-pleno incorporado a la realidad pura del Espectáculo (ens realissimum), en el éxtasis de la hiperrealidad.  

martes, 26 de enero de 2016

El éxtasis de la mirada-producto



*Fragmento(s)*

No se trata pues de reivindicar una presunta objetividad del arte frente a los datos espectrales, ni de recuperar una vetusta superioridad moral de la estética frente a la amoralidad de los simulacros, cuando es evidente que los límites entre la estética y los procedimientos de la midcult o la industria cultural son difusos, pero sí parece oportuno tener en cuenta que la industria de la imagen vive en gran medida gracias a una mercantilización de la imagen per se, del comunicado semiótico per se, y que esta nueva mercancía es generada a su vez en los sujetos-productores de signos: es la propia mirada el producto bruto que se contabiliza entre los subtotales y beneficios.

  La mirada es la mercancía fetiche definitiva.


La mirada es buscada, concitada, seducida, y en último término producida como engranaje constituyente y/o ganancia de la máquina capitalista. Como en un delirio hiperanabolizado de la contemplación plotiniana en torno a la perfección de lo divino, la contemplación del Espectáculo (forma secular del Bien y del Uno) engendra a su vez “actividad y producción”, se constituye en el “motor inmóvil” productor-de-mirada.

Fragmentos de Anti-Éxtasis; I, "Miradas al espectro"

"Exordio" y "Miradas al espectro"


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1. Robert Heinecken, Are You Rea 2. Alberto Greco 3. Susan Sontag, Sobre la fotografía 4. Fotograma de Persona, Ingmar Bergman 5. Nam June Paik 6. Michael Snow 7. Fotograma de Metropolis, Fritz Lang 8. Fotograma de Begotten, E. Elias Merhige

jueves, 21 de enero de 2016

The act of killing




*Fragmento*

En The act of killing (Joshua Oppenheimer, 2012), los protagonistas de la filmación son los auténticos verdugos del genocidio paramilitar que tuvo lugar en Indonesia entre 1965 y 1966, derivando en un delirio documental en el que se mezclan el imaginario del cine de gángsters de Hollywood, el kitsch y la fantasía autoexculpatoria de los propios asesinos. Durante la recreación del exterminio de un poblado entero a manos de los maníacos Pancasilas, son los propios campesinos (probablemente los mismos descendientes de las víctimas reales) los que acceden bajo coacción para interpretar las espeluznantes escenas que allí se vivieron, a lo cual se aplican con la mayor entrega y dramatismo; y, si se observa con atención, no es tanto el horror que esa escenificación intenta recrear (el horror de la alteridad pura) lo que más perturba al espectador, sino la repetición, el automaton, la certeza de que no nos es posible acceder a esa verdad tras-puesta del acontecimiento original si no es a través de una reelaboración, una re-escenificación odiosa de aquello que fue una vez “escenificado”. Ese “acto original”, el verdadero act of killing, pues, es la muerte de la experiencia real misma; pero este acto de dar muerte (dar muerte a la “experiencia original” de lo Real) va ligado al acto simultáneo de sublimarse lo hiperreal. La crónica del hecho y el mundo es puesta como pantomima del mundo en el meta-documental de Oppenheimer, si no es más bien que la pantomima del mundo aparece como única instancia verídica de los hechos y el mundo. Aunque alcanzan idénticos fines, el documental de Oppenheimer parecería el reverso exacto –pero copresente-- de Fuego inextinguible de Farocki: en aquélla se recreaban escenas cotidianas de una industria química con actores de reparto; y en The act of killing se recrea el sueño fantasioso de los verdaderos protagonistas, convertidos en “actores” de su propia vida. Hacia el final, Anwar, el capo dei capi de los genocidas, mostrará cierta clase de arrepentimiento y confesará sus tormentos, en una escena reveladora, junto a un mar tomado por la oscuridad de la noche. La noche del mundo. El matadero de la Historia. Cualquier interpretación de los hechos parece aquí superflua. El sueño no es distinto de lo vivido. Todo parecido con la era de la imagen del mundo es pura coincidencia.

Fragmento de Anti-Éxtasis; I, "Miradas al espectro"

miércoles, 20 de enero de 2016

Autorreferente / Auto-referente


*Desvío*

Al contrario del éxtasis clásico, el sujeto auto-referente --lo que se conviene en llamar el “sujeto autorreferente”-- no es causa o producto de una identidad en lo otro, de un olvido de sí altruista por el reconocimiento del otro, sino de una sobresaturación de sí por olvido del otro --en el movimiento paradójico de abandonarse al Gran Otro social y del Espectáculo--. Esa mirada obsesiva a lo Otro, esa visión fascinada en lo Otro, en el movimiento inmanente de lo Imaginario, la pantalla o el imago, no es sino la operación elemental por la que el sujeto narcisista –el extasiado moderno-- se autoafirma en sí y para sí. Es la "conciencia infeliz" en su más puro estado químico, que se complace en la ignorancia y en el regocijo de serlo. ("Lo que ha sido olvidado [en la conciencia infeliz] esencialmente es el Otro, y la estructura de autoconciencia que la conmoción del otro revela/produce", dice Fredric Jameson.) La autoconciencia elemental de la que hablaba Hegel se cumple a la inversa aquí: el sujeto autoconsciente miraba hacia sí y encontraba allí la tensión, la dialéctica de la Diferencia. El extasiado auto-referente mira hacia otros e infiere, a partir de una homologación de las particularidades, la Identidad y la repetición.

Autorreferencia desvirtuada (lo que en Anti-Éxtasis he llamado “auto-referencia”), pues, es aquella que proyecta/dice de sí misma su propia imagen aseada, aséptica, desproblematizada. Es por ello que la relación entre la Imagen, el Relato Político y nuestra Representación del mundo encuentra al fin un común acuerdo en el que se encabalgan. Es éste un relato hegemónico que se sustenta en la verificación de una supuesta realidad sin fisuras por todos los medios a su alcance, la de un Relato ya no político ni dogmático, sino meramente arbitrario, que se inculca desde el ejercicio sin complejos de la gratuidad informativa y la opinión categórica. Sin embargo, bajo un examen atento, este discurso enajenado de la Identidad pura que excluye a su contra-discurso parece que se deslegitima a sí mismo, se autoanula en la prospección indiscriminada de informaciones que de continuo chocan con su contrainformación, funcionando a la vez y como un todo, en un flujo ininterrumpido de contradicciones, bajo cuyo manto de viscosidad se disuelven las nociones de verosimilitud y exactitud. No es el producto de ninguna dialéctica ni de ningún proceso anagógico de la verdad, sino de la propia marcha irracional de ese proceder extraño, hiperbólico y proto-substancial, al que damos el nombre de “relato oficial de las cosas”. 

En la autorreferencia ordinaria, aquella que se constituye como espectro dialéctico, había una dinámica de identidad y diferencia, un proceso de progresión dialéctica, en el “descentramiento constitutivo del sujeto” (Lacan); mientras que, en el sujeto auto-referente, se elide la necesidad de un marco ontológico referente. La actividad pura del sujeto auto-referente es un proceso analítico por el que se deslegitiman las "razones ontológicas" del ente, en una progresiva desubstancializacón de los puntos cardinales de lo existente, asimilados ya de pleno derecho a la realidad pura de una desontología espectral.    

lunes, 18 de enero de 2016

"Finally born"




*Fragmento*


En la escena final de Shadow of the Vampire se condensan todas las claves del trastorno autorreferente. [...]  

Nosferatu está chupando la sangre de su compañera de reparto cuando unos golpes en la puerta lo sorprenden. El vampiro se da media vuelta, camina confundido hacia el foco de luz que lo ilumina. Por un momento se queda mirándolo fascinado, pensando que ese sustituto de la realidad, el foco, es en realidad el sol. La irrupción repentina de la realidad (la verdadera luz del sol) desintegra a Nosferatu no por una tácita fidelidad al mito original del vampiro, sino porque su existencia sólo es posible en la hiperrealidad de los focos, la realidad del cine. [...] 

El Murnau de Merhige viene a dar muerte así a la idea más sublime, pero por ello también la más infame, y que constituye la ecuación común a la religión y la filosofía: la consistencia de un ser deseante, la existencia de un objeto de deseo. […] En esa asombrosa escena final de Shadow of the vampire, en que la realidad captada por el objetivo se disuelve en una sangría psicodélica de celuloide, la sed eterna de Nosferatu se desvela definitivamente como lo que es, como un imposible, como una monstruosidad y una aberración de lo que existe. […] 

Así, en esa escena final de Shadow of the Vampire, Murnau [Merhige] ha captado con su cámara el anti-éxtasis intuido (la muerte del deseo). No puede contemplarse sino con pavor la aparición de este anti-éxtasis que es el meollo mismo del deseo --y no era sino pavor lo primero que sentía Sigfrido al ver "aquello" que yacía tras el velo de fuego; al encontrar allí la alteridad absoluta del ser impávido y silente--. "Dios no estaba allí", podríamos decir, un instante antes de volver a cerrar la puerta al anti-éxtasis y regresar así al tranquilizador territorio de las fantasías, los espectros, el erotismo...


Fragmento de Anti-Éxtasis; II, "Deseo eterno, deseo de nada"

viernes, 15 de enero de 2016

El éxtasis y su valor de uso trascendente




*Fragmento*

La realidad (vale decir: el deseo) debe ser articulada, no puede sencillamente no ser, y en esa operación [salvífica] interviene la [bien que conocida] estructura lógica del deseo. Es decir, la estructura-deseo encargada de establecer lazos y puentes con el entorno, de entablar la certeza mercúrica de un encuentro ideal con lo otro --toda vez que ese ideal-otro es siempre un límite evanescente, cuando no vedado a la simple voluntad; […]--. En lo que atañe a la vida práctica, la sociedad de consumo está basada en la antinomia de un objeto de deseo (ideal) positivamente existente; esto es: un objeto al que de forma inconsciente le son negadas sus cualidades finitas, procesuales o negativas. Un objeto existente, y por tanto necesario, con razón de sí suficiente. Se le presupone así a las cosas una razón de sí que asume la responsabilidad del objeto a lacaniano, del objeto original de deseo jamás recuperado, etc. Esta razón de sí es lo que confiere a las cosas y los entes un relieve sobrenatural, un lugar ecuménico, su pertenencia en el cosmos a un marco más amplio y dotado de sentido, por el que la estructura-deseo puede organizarse en el plano consciente, de acuerdo al principio de razón suficiente. Pero se desea algo, decíamos, precisamente porque falta algo (indeterminado) que por ser deseado pueda ser considerado objeto concreto de deseo. Y viceversa: siempre hay algo concreto que por ser deseado rehúsa ser considerado objeto trascendente de deseo. El objeto allí anhelado, el objeto máximo de deseo, no es tanto un objeto o un ente, como es obvio, sino una condición suprasensible de los objetos y los entes: su valor de uso trascendente, o lo que es igual: su necesidad causal con acuerdo a un orden de cosas, que respondan, expliquen, certifiquen y justifiquen que hay ahí fuera un orden de cosas esperando, que no flotamos a la deriva en un caldo cósmico sin respuesta, que todo el dolor será reparado, que hay algo más, aparte del “hueso de lo real”, que recomponga el caos y el sinsentido... En otras palabras: una razón metafísica que redima la existencia puramente inmotivada de los entes. Todo ese sistema enfocado hacia la consecución de algo (pero también la causa común, la bandera nacional, la celebración de lo humano y lo divino…) es el deseo de algo más, constituye un gigantesco éxtasis en el que el hombre de ayer y hoy encuentra su expiación definitiva, en la negación de la cosidad azarosa de los entes. Es la venganza sobre ese orden de cosas infausto del ser que proviene de o se constituye en torno a la nada (la irrazón de ser).

Rechazo total del silencio. Afirmación sin fisuras de lo visible y lo operativo. Es preciso integrarse en una maraña de signos, no importa su significado, pero que bloqueen a toda prisa cualquier entrada al displacer, a saber: la develación anti-extásica del territorio vacío del Ser. La develación decepcionante de la cosidad del ente.


Fragmento de Anti-Éxtasis; II, "Deseo eterno, deseo de nada"

Imágenes: 1) Éxtasis de santa Teresa, de Bernini; 2) Fotograma de Blowjob, de Andy Warhol.

jueves, 14 de enero de 2016

In media res (cont.)

Es en esta localización del "ser salvaje" --que no devela una instancia constituida tras el ser fenoménico, ni tampoco un ser-transfenoménico a la manera de Sartre, sino una cosidad salvaje, ilegible, indiferenciada--, y que tiene lugar en la mirada autorreferente o dialéctica, es allí, pues, donde se produce la quiebra con la mirada fascinada en el éxtasis. La quiebra con la mirada-producto de los medios de comunicación y con la Representación misma (Vorstellung), y, asimismo, la desconexión con aquello que denominamos la "razón de ser" de las cosas. El anti-éxtasis es, en una primera instancia, el des-hechizo de la razón sistémica de las cosas, cuyos efectos visibles (pero no por ello más evidentes) se concentran en torno a la idea del Sistema; y, en un sentido ulterior y profundo, el anti-éxtasis es el desencanto, terminante y definitivo, de todo lo que tiene que ver con el mito de la razón suficiente y la filosofía entendidas como instancias hegemónicas del cosmos, es decir, de la Razón y la filosofía como supremas formas de éxtasis.   

miércoles, 13 de enero de 2016

In media res





*Residuo*

En su día, el reencuentro con el medio “transparente” de la fotografía había hecho vacilar la estructura metafórica de la imagen: donde antes había alusión, reflejo oblicuo o garabato, ahora se contraponía una cierta corporeidad radical, una “imagen bruta”, la “piel desnuda” de un ser-ahí carente de brumas o silente. Pero ¿en serio una “imagen bruta”, sabiendo como sabemos que toda imagen es el resultado de una particular ordenación del sujeto, cuando no de una manipulación o de un esfuerzo voluntario en el que interviene la mano del hombre (Didi-Huberman), ni que sea en el mero encuadre objetivo o en la selección aleatoria de un “corte”? ¿No es el plano, allí y antes que nada, la expresión manifiesta de un sujeto, la expresión de un movimiento de la conciencia perpendicular y obsesivo, que se une y se desune para encontrar lo disperso? 



Convenimos que la fotografía, entonces, venía constituyendo una forma de presentación, pero no tanto re-presentación; no tanto una representación objetiva del mundo, sino de un sujeto-(subjetivo)-en-el-mundo, un sujeto particular en el instante y en el lugar movedizos del mundo. Los almiares a las afueras de Giverny, o la catedral de Rouen, pintados hasta el infinito por Claude Monet, parecían ya una temprana reivindicación del instante insensato y fugitivo frente a las promesas de la mímesis y la representación; el dinamismo de la durée frente a la quietud del momento; los “momentos cualquiera” frente a las “poses eternas” del gesto; el “corte móvil” y la “imagen-movimiento” frente al télos y el acmé de la ontología clásica, etc. Así, el shoot (“disparo”) de la cámara, que desde la invención de los primeros daguerrotipos parecía poder captar la absolutidad misma del mundo en un recuadro desnudo, constituye también el proceso inverso por el que se lo re-mitifica. La imagen no nos reconcilia con ninguna supuesta armonía con el mundo. La identidad de la Imagen con el Modelo acontece en un limbo de cálculos en el que se ha perdido todo contacto con la particularidad de lo retratado, con su diferencia, su acontecer no-mediático, su no-existir procesual y no acabado --“lo que no aparece en los medios no existe”, hemos oído decir, y esto es particularmente exacto: porque sólo el fogonazo galvanizador, el pixelado codificador o el instante catódico arrojan luz sobre el ser inacabado, otorgándole su identidad plena; ese “existir” no es sino la potestad de todo lo que existe-en-una-manera-subjetiva, y lo que queda más allá del existir subjetivo (el Gran Afuera) es algo sencillamente impensado, pseudo-ontológico, un otro descabellado, un algo in media res (“en medio de la cosa”), algo que todavía no ha sido constituido, o que no ha llegado a ser, que se encuentra en medio del “ser”.



        

viernes, 8 de enero de 2016

NOTA PRELIMINAR



Las explicaciones de este blog sobre Anti-Éxtasis (el libro, en adelante, siempre en cursiva) no son en realidad "sobre" Anti-Éxtasis, sino "a partir" de Anti-Éxtasis.  

Matiz importante, creo, para quien lo desconozca todo sobre el término y quiera leer el libro. Allí explico las relaciones entre dicho término y algunos aspectos en el pensamiento del filósofo francés Clément Rosset, a quien saludo como maestro.   

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*Desvío*


Anti-Éxtasis es un agente de terror filosófico. Un territorio yermo y silente. Como tal idea revulsiva, no es ajena al pensamiento perfomático y combativo, a las transgramáticas del deseo y el fusionamiento, a los procesos de des-erotización, los artefactos duchampianos de desmantelamiento calculado. 

Anti-Éxtasis está abierto al desacuerdo. Anti-Éxtasis es topografía del desencanto, oceanografía de la disrupción, certidumbre de la tragedia. Anti-Éxtasis es un espacio estéril desmemoriado por el automatismo de mecanismos fascinantes y fascinados, codificantes y codificados, en el espacio vacío de su propia explotación semántica.

Anti-Éxtasis es proliferación de lo eternamente igual a sí mismo. Anti-Éxtasis es repetición, un carpetazo de Parménides en la fiesta loca de la diferenciación perpetua. Anti-Éxtasis es un reducto de silencio para el ser metastásico y translibidinal (comoquiera que sea eso: ya no hay ahí -ni nunca lo hubo- ningún ser en el mundo, tan sólo un outsider, un foráneo de su propio mundo). Dispositivo crítico sin mitologías ni mercancías. Anti-Éxtasis es otro paso más en la debacle humeante, irremisible y profundamente ridícula de las batallas perdidas. Anti-Éxtasis es compulsión y espasmo y mortificante deriva.