jueves, 11 de febrero de 2016

Espectro dialéctico / Espectro analítico


*Residuo*

 El espectro dialéctico es aquel (aquello, that thing) que mira al que mira. Derrida lo llama el “efecto visera”; Lacan la “mirada salvaje del mundo”: la capacidad, característica del espectro, de mirar-nos sin ser visto. Y en efecto, lo que miramos es a él, al espectro, aunque éste sea precisamente aquello que no puede ser visto en su totalidad. Hay siempre esta ambigüedad difícil de entender en el espectro, que es la que corresponde a la dualidad espectro/espíritu, ser/apariencia... Y es una ambigüedad fehaciente, porque no se trata en ella de una simple contradicción de términos: lo uno y lo otro, el ser y el no-ser, el yo y el Ello, son simultáneos en la doble acción del mirar/ver. De ahí que casi siempre miremos sin ver, y que a menudo veamos sin mirar. El espectro es siempre; ubicado aquí y allí, su naturaleza bipartita (en todas partes y en ninguna) nos priva de aprehenderlo en su totalidad. El suyo es el espacio de la  ambivalencia, en ese espacio indefinible, meridiano, no entresacable de los bordes de la Identidad y la Diferencia, sino perpetuamente sometido a ellas.


Por el contrario, este espectro dialéctico pareciera que cede paso a una forma nueva de conciencia espectral. Se trata del espectro analítico, aquí, en nuestro tiempo particular, debido a que el nuestro es el tiempo panocular: el tiempo que ha subvertido la perspectiva por el plano; la línea por la red; la particularidad por la globalidad; la profundidad de campo por la planicie panosférica; el movimiento geométrico por la inmovilidad en el éxtasis… El suyo es el espacio de la singularidad. Y ya no mira al que lo mira. Este espectro singular (igual a sí mismo, reflectante, indiferente) se radicaliza en una potencia prístina, analítica, sosegada, que no vive sino atada al inmediato ahora. Es el ser sin lugar, sin historia, sin tiempo ni memoria, en el éxtasis permanente del presente. Pues “ya no estamos en el drama de la alienación, sino en el éxtasis de la comunicación” (Baudrillard). A lo que se podría matizar: ya no estamos en el drama de la dialéctica, sino en el éxtasis del puro soliloquio.     

Fragmento adaptado del discurso de presentación de la obra de teatro El teclado (Excodra Editorial, 2015), de Jordi Corominas, el 20/6/2015.

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