jueves, 21 de enero de 2016

The act of killing




*Fragmento*

En The act of killing (Joshua Oppenheimer, 2012), los protagonistas de la filmación son los auténticos verdugos del genocidio paramilitar que tuvo lugar en Indonesia entre 1965 y 1966, derivando en un delirio documental en el que se mezclan el imaginario del cine de gángsters de Hollywood, el kitsch y la fantasía autoexculpatoria de los propios asesinos. Durante la recreación del exterminio de un poblado entero a manos de los maníacos Pancasilas, son los propios campesinos (probablemente los mismos descendientes de las víctimas reales) los que acceden bajo coacción para interpretar las espeluznantes escenas que allí se vivieron, a lo cual se aplican con la mayor entrega y dramatismo; y, si se observa con atención, no es tanto el horror que esa escenificación intenta recrear (el horror de la alteridad pura) lo que más perturba al espectador, sino la repetición, el automaton, la certeza de que no nos es posible acceder a esa verdad tras-puesta del acontecimiento original si no es a través de una reelaboración, una re-escenificación odiosa de aquello que fue una vez “escenificado”. Ese “acto original”, el verdadero act of killing, pues, es la muerte de la experiencia real misma; pero este acto de dar muerte (dar muerte a la “experiencia original” de lo Real) va ligado al acto simultáneo de sublimarse lo hiperreal. La crónica del hecho y el mundo es puesta como pantomima del mundo en el meta-documental de Oppenheimer, si no es más bien que la pantomima del mundo aparece como única instancia verídica de los hechos y el mundo. Aunque alcanzan idénticos fines, el documental de Oppenheimer parecería el reverso exacto –pero copresente-- de Fuego inextinguible de Farocki: en aquélla se recreaban escenas cotidianas de una industria química con actores de reparto; y en The act of killing se recrea el sueño fantasioso de los verdaderos protagonistas, convertidos en “actores” de su propia vida. Hacia el final, Anwar, el capo dei capi de los genocidas, mostrará cierta clase de arrepentimiento y confesará sus tormentos, en una escena reveladora, junto a un mar tomado por la oscuridad de la noche. La noche del mundo. El matadero de la Historia. Cualquier interpretación de los hechos parece aquí superflua. El sueño no es distinto de lo vivido. Todo parecido con la era de la imagen del mundo es pura coincidencia.

Fragmento de Anti-Éxtasis; I, "Miradas al espectro"

No hay comentarios:

Publicar un comentario