*Desvío*
Pero no
es que la realidad de lo virtual nos reafirme en nuestra posición de
extasiados, como un espejo hecho pedazos entre cuyos vestigios diseminados encontramos (finalmente) la esencia; como un mecanismo de confirmación por el que hallarían todo su
sentido las fantasías del voyeur, y por el que asimismo encontraríamos una
finalidad a nuestra deriva existencial... Más bien esa misma deriva
existencial es la que se hace patente en la realidad de lo virtual: ella sirve
antes para ponernos frente a la nada de lo Real, frente a nuestra infinita indigencia y nuestra falta de fundamento, que para traernos la buena nueva de una humanidad autónoma, al fin trascendida de sus límites y padecimientos. La realidad de lo virtual
desvela, precisamente, que no había nada --ni antes ni ahora-- detrás del espectro y la cosa.
Las pantallas de plasma y contenidos icónicos-virtuales llegan justo a tiempo, como imagos de aprehensión abstracta del mundo, para retornarnos a la ilusión de mirada de la escena ontológica, pero no hay sino el procedimiento irracional por el que dicha mediación dialéctica (tal cosa es la “mirada” en un sentido anterior a la mirada-producto) es transferida al solipsismo hiperreal del espectro-analítico.
Las pantallas de plasma y contenidos icónicos-virtuales llegan justo a tiempo, como imagos de aprehensión abstracta del mundo, para retornarnos a la ilusión de mirada de la escena ontológica, pero no hay sino el procedimiento irracional por el que dicha mediación dialéctica (tal cosa es la “mirada” en un sentido anterior a la mirada-producto) es transferida al solipsismo hiperreal del espectro-analítico.
La realidad, virtual o real, parte de la necesidad de construir un escenario, y da igual del tipo que sea. Claro que no había ni hay NADA detrás del espectro de lo que sea, es la mente quien fabrica la realidad, y hasta los recuerdos cuando los buscamos, pero llamamos realidad virtual a la que nos llega por vía externa, a través de artefactos, y obviamente, ahora, siglo XXI es de importancia capital
ResponderEliminarUna reflexión de esta realidad, la que uso para comentarle, por ejemplo. Un saludo
Gracias por tu comentario. Me alegra que traigas a colación el concepto de "escenario" o "escena" pues yo mismo lo tengo por un elemento capital en la teoría de la virtualidad, y por extensión de la realidad. Lo que nos lleva a un punto de desacuerdo, pues no comparto la distinción que haces entre virtualidad, como lo que "nos llega por vía externa", y realidad. (El título de esta entrada, "la realidad de lo virtual", ya pretendía sugerir esa indiscernibilidad.) Personalmente, parto del sobreentendido de que realidad y virtualidad son indisociables, de manera que cualquier objeción habría de provenir del argumento opuesto que distingue entre realidad y virtualidad. Como sabemos, ése es el error común tanto a la metafísica como a la dialéctica materialista, el de crear un mundo “falso” y un mundo “verdadero”. Y en mi ensayo, dicho sea de paso, no me refiero en ningún caso a la virtualidad como falsedad, sino como instancia súper-real (más real que la propia realidad).
EliminarLo que nos lleva al importantísimo tema de la “nada” tras lo real-virtual. Mi crítica no va tanto dirigida a la nada detrás de lo virtual (o sí, pero sólo en la medida de socavar las teorías en boga que quieren ver en dicha virtualidad una operación salvífica), sino a la nada en toda presunción de realidad (sea realidad virtual o material, ya digo que es irrelevante). Y donde digo “nada”, por cierto, no me refiero a una instancia teo-ontológica, sino al ente “sin razón de ser”. La necesidad de construir un escenario parte del presupuesto de la existencia de un pre-escenario (es decir, de una realidad dotada de “razón de ser”, de un “suelo” o “Grund” de lo que existe, etc), y eso es precisamente lo que trato de rebatir en mi modesto ensayo.
Un saludo cordial.
PD: Casualmente estaba ampliando esta entrada cuando vi tu comentario. Se agradece el interés.
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