sábado, 30 de enero de 2016

"¿Es ideal la realidad virtual? Hegel y los espectros" (Fragmento de Félix Duque)


«Érase una vez una época tan pagada de sí misma que, al menos según los más preclaros de sus hijos y en virtud de los ingenios que sus mentes concibieran, creía estar a punto de llegar a la reconciliación plena entre razón y sensibilidad, Estado y nación, tiempo histórico y ecumene geográfica, y en fin: entre libertad y naturaleza, por medio de la técnica y de su florón más interesante, por desinteresado: las bellas artes. Evidentemente, éste es el cuento que las personas ilustradas no se cansan de contarse unos a otros desde hace más de doscientos años (y que algunos, recalcitrantes, gustan todavía de repetir hoy, como si de un conjuro se tratase). Tal el ideal cosmopolita de la Ilustración, bajo cuya bella pantalla anunciadora de las nupcias entre términos antitéticos se escondía el perentorio deseo de sujeción plena del segundo término por el primero, o sea: de la idealidad de lo pensado y, de suyo, inteligible sobre la realidad de lo dado y, por ende, refractario a una mente que no admite más actividad que la suya ni más obediencia que la debida a una ley que ella misma se ha impuesto.

»Todo ello ha sido propagado urbi et orbi como el poder emancipatorio del hombre por parte del hombre mismo, desde el momento en que a cada uomo qualsiasi se le exigía que él debería identificarse con el ego trascendental, en cuanto unidad lógica de medida, el cual debería a su vez coincidir en el acto con el ego noumenon, en cuanto ser libre y autónomo. Es verdad que, en sus hijos más avisados: Schelling y Hegel, encontramos ya síntomas de que todo eso bien podría ser el velo que, más que ocultar lo terrible, lo dejaba traslucir al plegarse a ello; y es que, a decir verdad, no hay cuento que no revele a la contra un trasfondo sangriento.

[…]

»En Hegel, […] el tiempo (que no es sino la existencia o Dasein del concepto, su propio estar-fuera-de-sí) ha quedado cancelado (tilgt) en la Lógica (¡y sólo en ella!). Lógicamente (o hablando coloquialmente: en la mente del Dios, antes de la creación del mundo y del espíritu finito), todo está juzgado, todo ha pasado ya. La Lógica expone el entero pasado del mundo. En ella, el tiempo disipador, extático, se ha tornado, ha reflexionado hasta ser devenir hacia Sí (Werden zu sich). Pero, justamente por ello –paradoja de las paradojas- es preciso que todo cambie, se mude y se metamorfosee para apreciar esa perenne conexión-de-significatividad: porque ella, das Logische, no es sino la bien medida y pautada ley, el ensamblaje del nacimiento, del cambio y de la muerte.

»[…] Es el proceso de las cosas fácticas lo que constituye el tiempo: el estar siempre fuera de sí, siempre referido a otro. En una palabra, ninguna realidad inmediata es autorreferente, sino que tiene su ser en una determinación. No es, pues, presente a sí. Y por eso salta, presurosa, fuera de sí misma y se imagina una autorreferencia absoluta, eterna: das Jetzt ohne Vor und Nach (“el Ahora, sin Antes ni Después”: Enz. § 247, Z.).

»Según la creencia y, sobre todo, la querencia de Hegel, el mundo sería entonces algo así como una pantalla sin trasfondo ni afuera, porque, permaneciendo matemáticamente ensimismado, el Concepto brilla en el fulgor y también en la palidez y hasta difuminado de las figuras que en aquella pantalla se traban y armonizan en una especie de brillante Danza de la Muerte.

»Por eso, al cabo de la calle lógica (anunciada lapidariamente al final de la Fenomenología del espíritu), todo está ya manifiesto; todo, revelado: Offenbarung der Tiefe (Phä. 9: 433). Consummatum est. No hay aquí esperanza, ni desesperación, que también los ojos que miran a la pantalla están inscritos en la Ley. Cosa en sí y Sujeto no son sino el reverso y el anverso de la única interfaz. Para Hegel, al igual que nos advirtiera ya el Estagirita, los hombres corrientes (no el Filósofo) no percibimos al pronto lo que es katà phýsin y tomamos en cambio por “real” lo dado, es decir aquello que nos está más cercano: creemos que lo efectivamente real está constituido por las figuras que brillan en la pantalla, sin preguntarnos para quién brillan y por qué lo hacen: nos fijamos en lo presente y pasamos por alto el hacer acto de presencia.

[...]

»Para nosotros, los hombres corrientes, lo que nos dice Hegel supone algo así como un mundo al revés. Pues lo que los entes, lo que los fenómenos o apariciones (en el fondo, “fantasmas” de una realidad muerta) ofrecen con su belleza inerme y carente de fuerza es justamente aquello que suscita en el alma (igualmente, bella) deleite y placer; ese brillo superficial di – vierte la mente y enerva el ánimo, seduciendo la vista e impidiendo la mirada estriada, porque esa romántica alma es incapaz de soportar su íntima negatividad y por nada del mundo quiere saberse como aquello que, en el fondo, ella es: una conciencia rota, caduca y finita. Por eso, intenta guardar y resguardar su inmediata realidad fáctica en una Real Inmediatez omnipresente y, por ende, siempre presente también a sí misma: la Verdad como Autotransparencia absoluta. Sólo que, allí donde todo es transparente, nada se ve.»

Félix Duque; en "¿Es ideal la realidad virtual? Hegel y los espectros"

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