viernes, 8 de enero de 2016

NOTA PRELIMINAR



Las explicaciones de este blog sobre Anti-Éxtasis (el libro, en adelante, siempre en cursiva) no son en realidad "sobre" Anti-Éxtasis, sino "a partir" de Anti-Éxtasis.  

Matiz importante, creo, para quien lo desconozca todo sobre el término y quiera leer el libro. Allí explico las relaciones entre dicho término y algunos aspectos en el pensamiento del filósofo francés Clément Rosset, a quien saludo como maestro.   

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*Desvío*


Anti-Éxtasis es un agente de terror filosófico. Un territorio yermo y silente. Como tal idea revulsiva, no es ajena al pensamiento perfomático y combativo, a las transgramáticas del deseo y el fusionamiento, a los procesos de des-erotización, los artefactos duchampianos de desmantelamiento calculado. 

Anti-Éxtasis está abierto al desacuerdo. Anti-Éxtasis es topografía del desencanto, oceanografía de la disrupción, certidumbre de la tragedia. Anti-Éxtasis es un espacio estéril desmemoriado por el automatismo de mecanismos fascinantes y fascinados, codificantes y codificados, en el espacio vacío de su propia explotación semántica.

Anti-Éxtasis es proliferación de lo eternamente igual a sí mismo. Anti-Éxtasis es repetición, un carpetazo de Parménides en la fiesta loca de la diferenciación perpetua. Anti-Éxtasis es un reducto de silencio para el ser metastásico y translibidinal (comoquiera que sea eso: ya no hay ahí -ni nunca lo hubo- ningún ser en el mundo, tan sólo un outsider, un foráneo de su propio mundo). Dispositivo crítico sin mitologías ni mercancías. Anti-Éxtasis es otro paso más en la debacle humeante, irremisible y profundamente ridícula de las batallas perdidas. Anti-Éxtasis es compulsión y espasmo y mortificante deriva.    

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