viernes, 15 de enero de 2016

El éxtasis y su valor de uso trascendente




*Fragmento*

La realidad (vale decir: el deseo) debe ser articulada, no puede sencillamente no ser, y en esa operación [salvífica] interviene la [bien que conocida] estructura lógica del deseo. Es decir, la estructura-deseo encargada de establecer lazos y puentes con el entorno, de entablar la certeza mercúrica de un encuentro ideal con lo otro --toda vez que ese ideal-otro es siempre un límite evanescente, cuando no vedado a la simple voluntad; […]--. En lo que atañe a la vida práctica, la sociedad de consumo está basada en la antinomia de un objeto de deseo (ideal) positivamente existente; esto es: un objeto al que de forma inconsciente le son negadas sus cualidades finitas, procesuales o negativas. Un objeto existente, y por tanto necesario, con razón de sí suficiente. Se le presupone así a las cosas una razón de sí que asume la responsabilidad del objeto a lacaniano, del objeto original de deseo jamás recuperado, etc. Esta razón de sí es lo que confiere a las cosas y los entes un relieve sobrenatural, un lugar ecuménico, su pertenencia en el cosmos a un marco más amplio y dotado de sentido, por el que la estructura-deseo puede organizarse en el plano consciente, de acuerdo al principio de razón suficiente. Pero se desea algo, decíamos, precisamente porque falta algo (indeterminado) que por ser deseado pueda ser considerado objeto concreto de deseo. Y viceversa: siempre hay algo concreto que por ser deseado rehúsa ser considerado objeto trascendente de deseo. El objeto allí anhelado, el objeto máximo de deseo, no es tanto un objeto o un ente, como es obvio, sino una condición suprasensible de los objetos y los entes: su valor de uso trascendente, o lo que es igual: su necesidad causal con acuerdo a un orden de cosas, que respondan, expliquen, certifiquen y justifiquen que hay ahí fuera un orden de cosas esperando, que no flotamos a la deriva en un caldo cósmico sin respuesta, que todo el dolor será reparado, que hay algo más, aparte del “hueso de lo real”, que recomponga el caos y el sinsentido... En otras palabras: una razón metafísica que redima la existencia puramente inmotivada de los entes. Todo ese sistema enfocado hacia la consecución de algo (pero también la causa común, la bandera nacional, la celebración de lo humano y lo divino…) es el deseo de algo más, constituye un gigantesco éxtasis en el que el hombre de ayer y hoy encuentra su expiación definitiva, en la negación de la cosidad azarosa de los entes. Es la venganza sobre ese orden de cosas infausto del ser que proviene de o se constituye en torno a la nada (la irrazón de ser).

Rechazo total del silencio. Afirmación sin fisuras de lo visible y lo operativo. Es preciso integrarse en una maraña de signos, no importa su significado, pero que bloqueen a toda prisa cualquier entrada al displacer, a saber: la develación anti-extásica del territorio vacío del Ser. La develación decepcionante de la cosidad del ente.


Fragmento de Anti-Éxtasis; II, "Deseo eterno, deseo de nada"

Imágenes: 1) Éxtasis de santa Teresa, de Bernini; 2) Fotograma de Blowjob, de Andy Warhol.

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