miércoles, 20 de enero de 2016

Autorreferente / Auto-referente


*Desvío*

Al contrario del éxtasis clásico, el sujeto auto-referente --lo que se conviene en llamar el “sujeto autorreferente”-- no es causa o producto de una identidad en lo otro, de un olvido de sí altruista por el reconocimiento del otro, sino de una sobresaturación de sí por olvido del otro --en el movimiento paradójico de abandonarse al Gran Otro social y del Espectáculo--. Esa mirada obsesiva a lo Otro, esa visión fascinada en lo Otro, en el movimiento inmanente de lo Imaginario, la pantalla o el imago, no es sino la operación elemental por la que el sujeto narcisista –el extasiado moderno-- se autoafirma en sí y para sí. Es la "conciencia infeliz" en su más puro estado químico, que se complace en la ignorancia y en el regocijo de serlo. ("Lo que ha sido olvidado [en la conciencia infeliz] esencialmente es el Otro, y la estructura de autoconciencia que la conmoción del otro revela/produce", dice Fredric Jameson.) La autoconciencia elemental de la que hablaba Hegel se cumple a la inversa aquí: el sujeto autoconsciente miraba hacia sí y encontraba allí la tensión, la dialéctica de la Diferencia. El extasiado auto-referente mira hacia otros e infiere, a partir de una homologación de las particularidades, la Identidad y la repetición.

Autorreferencia desvirtuada (lo que en Anti-Éxtasis he llamado “auto-referencia”), pues, es aquella que proyecta/dice de sí misma su propia imagen aseada, aséptica, desproblematizada. Es por ello que la relación entre la Imagen, el Relato Político y nuestra Representación del mundo encuentra al fin un común acuerdo en el que se encabalgan. Es éste un relato hegemónico que se sustenta en la verificación de una supuesta realidad sin fisuras por todos los medios a su alcance, la de un Relato ya no político ni dogmático, sino meramente arbitrario, que se inculca desde el ejercicio sin complejos de la gratuidad informativa y la opinión categórica. Sin embargo, bajo un examen atento, este discurso enajenado de la Identidad pura que excluye a su contra-discurso parece que se deslegitima a sí mismo, se autoanula en la prospección indiscriminada de informaciones que de continuo chocan con su contrainformación, funcionando a la vez y como un todo, en un flujo ininterrumpido de contradicciones, bajo cuyo manto de viscosidad se disuelven las nociones de verosimilitud y exactitud. No es el producto de ninguna dialéctica ni de ningún proceso anagógico de la verdad, sino de la propia marcha irracional de ese proceder extraño, hiperbólico y proto-substancial, al que damos el nombre de “relato oficial de las cosas”. 

En la autorreferencia ordinaria, aquella que se constituye como espectro dialéctico, había una dinámica de identidad y diferencia, un proceso de progresión dialéctica, en el “descentramiento constitutivo del sujeto” (Lacan); mientras que, en el sujeto auto-referente, se elide la necesidad de un marco ontológico referente. La actividad pura del sujeto auto-referente es un proceso analítico por el que se deslegitiman las "razones ontológicas" del ente, en una progresiva desubstancializacón de los puntos cardinales de lo existente, asimilados ya de pleno derecho a la realidad pura de una desontología espectral.    

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